En mi Rocio Azul

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lunes, 8 de diciembre de 2014

Tiempo de espera

Tiempo de espera, al escuchar la voz que inspiradora clama en el desierto, al caminar pacientemente en la confianza plena y divina que llega del Creador, al comprender la sagrada misión de la aceptación, el Sí que en el silencio humilde y determinado de María, es el puente perfecto de fidelidad y amor que humanizó al Verbo y permitió que pudiera peregrinar con nosotros, hacerse hombre y ofrendar las primicias de su cuerpo y de su sangre para redimir los pecados de la humanidad.
Tiempo de espera, regocijo supremo, hermandad y fraternidad que superan las tinieblas del enfado, el rencor y el egoísmo, donde la brisa llega cual adagio tan diferente, presagiando la armonía y la paz que han de permanecer en el mundo para dar un nuevo sentido a la vida.
Tiempo de esperanza,de acción redentora, de fe en la misión salvadora que unifica y sana, que está por encima de las vanidades, falsedades y artilugios. Esperanza en el poder hacedor del Espíritu Santo, en la genuina pasión que conduce a la cruz, al sacrificio y la entrega, para resucitar eternamente y reinar con majestad desde la humildad del corazón .
Tiempo de discernimiento, meditación y comunión espiritual, de acercamiento y comprensión, de asimilación y plegarias, de íntima relación con el que ha de nacer en el pesebre y ha de irradiar sabiamente con soberanía suprema por los siglos de los siglos. Tiempo de arrepentimiento, de confesión, de volar con las alas del amor y la misericordia, arroparnos en el regazo de la Virgen María y sentirnos amados por el Padre para quien no hay imposibles, pues nos ha regalado a su Unigénito para que reine para siempre en nuestros corazones.

El tiempo de la espera prepara en demasía
con gozo se acicala humilde y con nobleza
alista corazones, renueva las conciencias
y expande la palabra que es fuente de la vida.

Desde Belén nos llega mirífica la aurora,
y ungido de esperanza va el verbo peregrino,
torrentes potenciales de anhelos bendecidos
trascienden las fronteras cubriéndolas de gloria.















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