En mi Rocio Azul

En mi Rocio Azul

miércoles, 31 de diciembre de 2014

Ha dejado sus huellas



Despedida de un año que ha dejado sus huellas.

Historias de anhelos y quebrantos escritas con lágrimas y besos, con retos y desvelos, con azares y desengaños, porque es así como se alimenta la vida, se multiplican las memorias y se atesoran los instantes para siempre.

Alguna que otra despedida lacerando el interminable laberinto de los sueños perdidos entre esperas. Consuelo alentador de la esperanza que abre sus alas para abrazar nuestras quimeras. Periplo del amor que fortalece y que aún en la adversidad se aferra al milagro de la fe en busca de nuevos horizontes. Caminos que prometen y senderos de entresijos sin regreso. Apológico destino matizando un lirismo incomprendido en la pendiente del rumor sin fundamento o en el silencio despiadado del rencor que traiciona y destruye.




Análogas cimientes albergan los intentos,
 alivian madrugadas y trazan derroteros. 
Razones poderosas que inspiran con denuedo, 
 el brío en la distancia venciendo nuestros miedos, 
no importa si entre dudas las sombras del destierro, 
quebranten implacables el iris del empeño. 

Allí estará la lumbre, la luz cual sortilegio
del alba que vislumbra su alianza con el Verbo.
Allí estará la esencia vital del universo, 
la mano creadora, la gracia, el alimento, 
el aura que perdona y es luz en el desierto
cual monte en que retumba la voz del Nazareno.









martes, 9 de diciembre de 2014

Mil Gracias Navidad

Diciembre llega con ese algo mágico que sensibiliza profundamente. Son tantas las emociones y sentimientos que en lo inefable de su llegada, sentimos el espíritu de la navidad que supera cualquier adversidad e invita a la preparación del corazón que ha de servir de eterna morada al Salvador.
Sin perder su esencia el misterio de la Navidad ha trascendido, más allá del tiempo y el espacio, su dimensión es infinita y esplende con flamante luz a todo el Universo.
Marco propicio para comprender el verdadero sentido de la vida, para dar valor a la naturaleza humana, para permitirnos el lujo de alcanzar con humildad y desprendimiento las cosas que a simple vista no podemos atisbar, para apreciar todo lo que llevamos dentro, esa felicidad que a veces nos parece inalcanzable y que sin dudas se atesora en nuestro ser, más allá de  cualquier vanidad.
Sublime el encuentro del amor que desde Belén nos cobija, lo abrazamos en el brillo del lucero, en el crepúsculo melifluo, en la visita de la Luna de Adviento, en el rocío, en el amanecer, en  el trinar matutino besado por la niebla, la ventisca y el silencio.
Adagio que enternece y proclama con amor y para el amor, el evangelio supremo de anunciación, aceptación, convencimiento y fidelidad que no ha podido ser superado, la alianza vital del creador con la existencia, la entrega de su bondad y misericordia para con toda la humanidad, a través del más excelso de los misterios que han acariciado con júbilo y gloria  al peregrino Verbo para habitar entre nosotros y con nosotros, todos los días hasta el fin del mundo.
Tal ha sido su promesa que seguimos tomados de su mano, vivimos en su presencia,  sentimos el alivio diáfano del perdón, la sabia reconciliación, el poder de la palabra y el ejercicio del amor por encima de las flaquezas e iniquidades.
De tal manera nos ofrece las primicias de su entrega paciente, equilibrada, sosegada y al mismo tiempo comprometida con la esperanza y  el poder milagroso de la fe. Esa que nos hace ver el rostro del amor, tocar su esencia, palpar su textura, oler su aroma, percibir su entereza y discernir con claridad y franqueza, sin importar las penurias, circunstancias y desafiantes avatares, porque  su amor es dadivoso, consolador e inexorable. Un amor que no se deja vencer con burdos ruegos, ni con falacias ni anatemas, un amor limpio sin egoísmos, que no puede ser jamás caprichoso y no se deja someter por la crueldad y el odio. Un amor que busca la paz, la armonía, que considera el respeto  como una gema preciada, que no impone ni juzga, un amor que busca sus propias fortalezas y no claudica ante las debilidades. El mismo amor que nos entrega a María como nuestra Madre y a Jesús como el sagrado regalo de la Navidad!


Doy gracias a ese amor, a su llegada
al gozo imaginado, a las primicias,
al canto inspirador, a las albricias
y al eco del perdón en la alborada.

Doy gracias a esa fe que no claudica,
que busca en cada cruz solo victoria
cargando nuestras penas, nuestra euforia
en tanto la verdad se multiplica.

Mil gracias Navidad, gracias María,
doy gracias al Señor que nos congrega
y al santo sacrificio cual entrega
genuina de la paz y su ambrosía.




lunes, 8 de diciembre de 2014

Tiempo de espera

Tiempo de espera, al escuchar la voz que inspiradora clama en el desierto, al caminar pacientemente en la confianza plena y divina que llega del Creador, al comprender la sagrada misión de la aceptación, el Sí que en el silencio humilde y determinado de María, es el puente perfecto de fidelidad y amor que humanizó al Verbo y permitió que pudiera peregrinar con nosotros, hacerse hombre y ofrendar las primicias de su cuerpo y de su sangre para redimir los pecados de la humanidad.
Tiempo de espera, regocijo supremo, hermandad y fraternidad que superan las tinieblas del enfado, el rencor y el egoísmo, donde la brisa llega cual adagio tan diferente, presagiando la armonía y la paz que han de permanecer en el mundo para dar un nuevo sentido a la vida.
Tiempo de esperanza,de acción redentora, de fe en la misión salvadora que unifica y sana, que está por encima de las vanidades, falsedades y artilugios. Esperanza en el poder hacedor del Espíritu Santo, en la genuina pasión que conduce a la cruz, al sacrificio y la entrega, para resucitar eternamente y reinar con majestad desde la humildad del corazón .
Tiempo de discernimiento, meditación y comunión espiritual, de acercamiento y comprensión, de asimilación y plegarias, de íntima relación con el que ha de nacer en el pesebre y ha de irradiar sabiamente con soberanía suprema por los siglos de los siglos. Tiempo de arrepentimiento, de confesión, de volar con las alas del amor y la misericordia, arroparnos en el regazo de la Virgen María y sentirnos amados por el Padre para quien no hay imposibles, pues nos ha regalado a su Unigénito para que reine para siempre en nuestros corazones.

El tiempo de la espera prepara en demasía
con gozo se acicala humilde y con nobleza
alista corazones, renueva las conciencias
y expande la palabra que es fuente de la vida.

Desde Belén nos llega mirífica la aurora,
y ungido de esperanza va el verbo peregrino,
torrentes potenciales de anhelos bendecidos
trascienden las fronteras cubriéndolas de gloria.