- Con Dios todo es posible, aún en medio de las tribulaciones su manto y su cayado nos asisten.
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Hay paz, consuelo, paciencia y la calma para acercarnos por medio de la oración franca, abierta y sincera al Espíritu de amor y de misericordia, como eterno cómplice de la verdad en ese crecimiento espiritual que obra con amor incondicional.
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En él encontramos la fortaleza para sobreponernos a las debilidades, frustraciones y a esa sensación de soledad, tristeza y desesperación que solo Dios conoce porque su amor es grande y misericordioso.
- Dios me habla a través de su amor, dando el poder de discernir y conocer las bendiciones que nos ofrece el Reino Supremo aquí en la tierra, con pasión y armonía.
- Dios confía en el ser humano, cree en su mejoramiento, comparte su convicción espiritual, la riqueza profunda que viene de su Espíritu de Luz y Salvación. Conoce de las imperfecciones humanas, sin embargo respeta la libertad individual, sin manipulaciones, el libre albedrío pero con disciplina y pasión, dando a cada cual, según el talento, la habilidad, la capacidad, el tesoro elemental que se alimenta de la fidelidad, la constancia y la fuerza espiritual en el encuentro personal con el Dios Amor.
- Dios nos anima a usar con responsabilidad nuestros dones, en el tiempo exacto y preciso. Ofrece la oportunidad para el entendimiento humano a través de su sabia palabra.
- Dios nos habla con franqueza, convicción y júbilo. Recomienda el tesoro supremo del Espíritu santo, la Sabiduría de su Palabra y la encomienda sagrada de ser fieles y perseverantes.
¡Háblame Señor!
La bondad y el amor me seguirán todos los días de mi vida; y en la casa del Señor habitaré para siempre. (Salmo 23,6)
Voy por el camino de la rectitud, por los senderos de la justicia, enriqueciendo a los que me aman y acrecentando sus tesoros. (Prov 8, 21)
A los que me aman, les correspondo, a los que me buscan, me doy a conocer. (Prov 8,17)
Conmigo están las riquezas, la honra, la prosperidad y los bienes duraderos. (Prov 8,18)
Déjense convencer por mis razones, pues quiero derramar mi espíritu sobre ustedes y comunicarles mi mensaje. (Prov 1, 23)